Es un remedio intangible, absolutamente espiritual que puede curar nuestras dolencias y afecciones, no importa su origen, magnitud o naturaleza. Las gracias de Dios, esquemáticamente hablando implica movimiento por parte nuestro y acogida del misterio de Dios
El primer paso es la oración pura y sincera que genera calidez en nuestro corazón y posibilita el despliegue de la energía noética. Las lagrimas limpian otorgándonos paz y liberándonos de muchos pensamientos de aflicción y limpiando nuestros propios pensamientos. La raíz de todos los males, enfermedades y dolencias, esta en los pensamientos y en nuestro corazón.
La oración debe estar dirigida hacia la contemplación de los misterios divinos.
Nuestro corazón con toda devoción debe estar atento a sentir los actos de Dios en nuestra vida. Dios ha actuado en la vida de todos nosotros. ¿Cuáles han sido los espacios de actuación de Dios en mí vida? ¿Los puede reconocer? ¿Recordar, hacer presentes? ¿Qué hubiera sido de mi si Dios no hubiera actuado en mi vida?
El ciclo para llegar a la oración pura, sus pasos son infinitos, no tienen límites…El arrepentimiento tiene que ser permanente.
El primer escalón es el de la oración pura. Solo Dios vasta.
Y la oración tiene muchas formas. Multitud de caminos, recovecos y semblanzas.
Las ilusiones vanas deben desecharse; se hace importante recordar que el mundo nos apretuja precisamente de banalidades.
La mayor es pensar que en este mundo vamos a encontrar la plenitud absoluta: falso.
Las cosas materiales, necesarias, pero en su justo lugar. Lo demás nos asfixia.
Apertura a la experiencia de lo divino. Escribo para recordar, vivimos para dar gracias, y pensamos para actuar.
Desierto
Noesis: dinamismo y vitalismo 